El Ángel Solar
Una Experiencia Mística
Durante el curso de mi existencia kármica y en orden a la ley del discipulado he debido pasar -tal como ustedes habrán podido apreciar a través del curso de estas narraciones- por grandes experiencias, de carácter psíquico algunas, otras que podemos calificar de dévicas o angélicas y también otras de carácter trascendente y definidamente espirituales, mediante las cuales me fue posible establecer contacto con mi Yo superior, el Ángel Solar de mi vida. En muchos de mis escritos he hecho referencia a este bendito Ser, Señor de Compasión y de Sacrificio, cuyas actividades desde el plano causal del Universo, son las de ayudar a los seres humanos a liberarse de sus condicionamientos materiales y elevarse al reino espiritual. El Ángel Solar es el intermediario celeste cuya misión "voluntariamente aceptada” es permanecer al lado de los hombres, desde que adquieren autoconciencia y son dotados de mente hasta que ascienden a las elevadas cumbres de la cuarta Iniciación.
Las experiencias espirituales en tomo a este esplendente Ser, alma de los Misterios celestes y gran intermediario cósmico, suelen ser de carácter profundamente místico y difícilmente relatables, ya que uno de los principales requisitos que presiden el contacto consciente del hombre con su Ángel Solar son la discreción y el silencio, cualidades ambas muy poco desarrolladas todavía en el ser humano. Sin embargo, la técnica de contacto de los seres humanos con este glorioso Iniciado que es el Ángel Solar, es de orden general y pertenece a todos los hombres y mujeres inteligentes y de buena voluntad que hayan decidido realizarla en sus vidas. No es por tanto un inviolable secreto dicho contacto, pero el Misterio que rodea a esta Vida espiritual trascendente, centro de nuestras más elevadas aspiraciones, está en relación con ciertos aspectos de la ley del Karma difícilmente comprensibles para los seres humanos.
Ordinariamente, y de acuerdo con las técnicas precisas del Raja Yoga, se crea una línea luminosa de sustancia mental que arranca del cerebro físico y culmina en el plano mental superior. Las técnicas del Raja Yoga en sus múltiples vertientes, pueden ser descritas genéricamente en términos de meditación. El proceso meditativo, desde sus primeras fases llamadas de concentración y pasando por las fases intermedias de discernimiento reflexivo, culmina en las altas cimas de la contemplación. En este punto de integridad causal la mente ha quedado profundamente silenciosa, "enteramente vacía de sí misma" -tal como suele describirse en términos filosóficos- y es en tal estado que el hombre puede establecer contacto directo y consciente con el Ángel Solar.
Nunca he sido una persona de mente meditativa -tal como suele decirse- sino más bien tendiente a la contemplación, o sea, que empecé a construir la estructura de mi edificio espiritual desde arriba, desde los aspectos superiores y no desde sus bases o cimientos intelectuales. Esta circunstancia me había preocupado mucho en el pasado, cuando veía a mis compañeros condiscípulos en las distintas Escuelas por las que tuve que pasar, incluida la Academia militar de Guerra en la que ingresé por razones propias del karma nacional de España, tan fácilmente adaptables a los estudios concretos que exigían una buena memoria y un alto grado de concentración, al contrario de mí que debía realizar grandes y a veces penosos esfuerzos para poder albergar adecuadamente tantos datos y conocimientos dentro de mi cerebro. Mi mayor facilidad era "abstraer mi mente" y reducirla voluntariamente al silencio y esto parecía constituir una de las especiales características de mi vida espiritual.
Más adelante, una vez hube ingresado en el Ashrama, el Maestro me había tranquilizado con respecto a este punto, cuando en una conversación particular sostenida con Él me había dicho: "...que la meditación perfecta carece de tiempo y de lugar, siendo por el contrario un proceso de continuidad de la conciencia dentro del cual el pasado, el presente y el futuro, o dicho de otra manera, la concentración; la meditación propiamente dicha y la contemplación se hallan plenamente integradas y responden enteramente al Ritmo espiritual del Pensador, del Ángel Solar en su propio Plano".
Por aquel entonces yo ya había logrado establecer algunos contactos definidos con mi Ángel Solar en distintas fases de creación del Antakarana... Me fue posible comprender entonces que si bien el proceso de la meditación o de contacto con el Yo superior es de orden general, había muchas y muy distintas variantes en el desarrollo del mismo, así como muchos niveles de creación del Antakarana, ya que lógicamente no todos los aspirantes espirituales se hallan en el mismo grado de integración y se deben, por tanto, a la ley que regula sus destinos kármicos. Así pues cuando yo afirmaba anteriormente que mi mente nunca había sido de tipo meditativo, quizás debería haber agregado que mi mente meditaba o se hallaba activa en otro nivel, siendo éste de carácter contemplativo y viniendo avalada tal condición por pasadas experiencias kármicas, dentro de las cuales había trascendido de una u otra manera los procesos meditativos que corresponden a la mente concreta. Sea como sea, debo señalar que la Presencia del Ángel Solar en mi vida siempre fue evidente y pude contactarle en más de una ocasión antes de que el Maestro se dignase admitirme en Su Ashrama. Fue precisamente el Maestro quien me permitió ver claro el proceso de continuidad de conciencia y la ayuda que merced al desarrollo de la misma pude recibir del Ángel Solar.
Debo decir al respecto que Su radiante Presencia es tan íntima que, a veces, la propia e infinita familiaridad del contacto la hacen casi irreconocible, ya que es muy difícil que se realice el fenómeno de "interacción" mediante el cual el alma personal reconoce objetivamente a su Ángel Solar. Sin embargo, a mí me fue posible realizarlo dos veces y fueron precisamente estas dos trascendentes visiones las que me permitieron elegir conscientemente la trayectoria que me llevó a las interioridades del Ashrama y a ser consciente del Maestro.
La primera vez que percibí al Ángel Solar me hallaba en meditación y estaba completamente absorto en algún área definida de mi ser. Me encontraba en la pequeña galería de mi casa, era por la mañana temprano y todo a mi alrededor se hallaba en calma. De pronto sentí una sensación desconocida dentro de mi ser, como si de cualquier remoto lugar del espacio externo una voz muy familiar me llamase por mi nombre, alejando de mi mente todas las sensaciones habituales, aún las del propio silencio. Me sentí impulsado a escuchar con la máxima atención esta Voz tan extrañamente familiar y aparentemente tan lejana. A medida que lo iba haciendo sentía como si todo mi ser se desplazase a velocidades enormes hacia aquel punto infinito del espacio del cual partía el sonido de mi nombre. Perdí por completo la noción de mí mismo y de improviso me vi enfrente de una Entidad espiritual intensamente radiante...
Me sonreía con gran dulzura y me decía algo aparentemente muy importante, pero que yo no acababa de comprender aunque trataba de hacerlo. En un momento dado la Luz de Su aura de un color azul índigo inenarrable adoptó unos tonos intensamente ígneos. Parecía un ascua viva de fuego. En aquellos momentos sentí resonar dentro de mi conciencia y en mi propia lengua materna, el catalán, sus suaves y profundas palabras. Me indicaban un proceso, una resolución y un camino. No me señalaban meta alguna como corolario de la línea de esfuerzos que yo internamente sabia que tenía que desarrollar, pero intuitivamente sabía que al final de mi Sendero debería volver a encontrarme frente a Él, frente a mi Ángel Solar, el augusto Señor de mi destino kármico. Después de esta experiencia de tipo causal mi vida física tuvo una tendencia irresistible a cambiar. Las circunstancias futuras tuvieron un carácter definidamente esotérico y poco tiempo después abandoné España para ir a trabajar en la Sede Europea de la Escuela Arcana, establecida en Ginebra (Suiza).
La segunda vez que pude percibir objetivamente y escuchar las palabras de mi Ángel fue precisamente muy poco tiempo antes de regresar a España. Esta segunda experiencia de contacto con el Ángel Solar la realicé en la salita de meditaciones de la Escuela Arcana. Era un domingo por la mañana y no sabiendo dónde ir, pues internamente me sentía muy triste y abatido, fui a la Sede de la Escuela Arcana y me encerré en la pequeña sala de meditaciones con unas ansias infinitas de soledad. En esta salita sólo entrábamos -y siempre con fines meditativos- los miembros responsables del trabajo de la Escuela Arcana que, en aquel entonces, éramos Mr. Gerhard Jansen, Mr. Jan Rijn (ambos de nacionalidad holandesa) y yo.
Cuando me hube sentado, empecé a observar -como si fuese la primera vez que los viera- todos los objetos que contenía aquella salita. Cuatro sillas, para nosotros tres y una que siempre estaba aguardando a un posible visitante de las otras dos sedes de la Escuela Arcana, ubicadas en Nueva York y en Londres. Enfrente de mí una mesita en forma de altar, cubierta con un paño blanco de hilo y encima de éste un talismán mágico que el Maestro Tibetano había entregado a Alice A. Bailey en la inauguración del centro europeo de la Escuela Arcana en Ginebra. Según me explicó Mr. Jansen, cada una de las Sedes tenía su propio talismán sagrado y a través del mismo era posible mantener subjetivamente la conexión con las otras dos Sedes y constituía, además un centro de enfoque místico de las energías jerárquicas, las cuales eran notablemente apreciables en el devenir de las Conferencias Internacionales que cada Sede celebraba anualmente, coincidiendo con los Festivales de Pascua, de Wesak y de la humanidad durante el período de las lunas llenas de Aries, de Tauro y de Géminis.
Contemplaba absorto el símbolo de la Nueva Era, un cuadro muy luminoso colgado de la pared encima mismo del talismán... y me sentía en aquellos momentos tan profundamente triste que no pudiendo resistir la tremenda angustia de mi corazón, empecé a llorar amarga y desconsoladamente. Cuando me hube serenado y parecía que la calma iba penetrando en mi corazón, sentí resonar de nuevo en mi interior el inconfundible sonido de mi nombre pronunciado desde las regiones causales. La Voz era la misma, increíblemente familiar y tan supremamente querida de mi Ángel Solar, a cuyo mágico sonido mi corazón se abrió de par en par a las suaves y profundísimas vibraciones de la luz espiritual.
Otra vez frente a mí, sin destellos ígneos pero envuelto en una aura indescriptiblemente radiante de color azul índigo, dentro de la cual el espacio y el tiempo parecían fundirse, deparándome unos indescriptibles motivos de cálida esperanza, se hallaba mi Ángel Solar. Como en la primera vez que le vi sonreía y me hablaba con indecible dulzura...
Sentía resonar sus palabras dentro de mi corazón. Me señalaban de nuevo la apertura de un proceso, me infundían el fuego de una resolución inviolable y me indicaban las luminosas sendas de un nuevo Camino.
Comprendí exactamente entonces, utilizando la omniabarcante conciencia de mi Ángel Solar, el significado místico de las palabras de Cristo: "Yo soy la Verdad, soy el Camino y soy la Vida", que todo discípulo en el Corazón del Maestro tiene el ineludible deber de confirmar y testimoniar.
Desapareció luego del campo de mis percepciones, después de un cordial ademán de despedida o de inefable bendición.
Unos días después de este contacto causal, sentí la apremiante necesidad de dejar el trabajo ashrámico que realizaba en la Escuela Arcana y de regresar a Barcelona, de la misma manera que la visión primera del Ángel Solar me había abierto las perspectivas del trabajo espiritual que me llevaron a Suiza para trabajar en la Sede Europea de esta Escuela esotérica.
Todos los seres humanos tienen su propio Ángel Solar, su Yo superior o trascendente, el impulsor de sus motivos espirituales más elevados y el supremo Guía de sus destinos kármicos. Está muy escondido dentro del corazón, pero siempre acude cuando el alma se siente terriblemente sola o se halla enfrentando grandes dificultades... A veces, del fondo de esta indescriptible amargura del alma se eleva inusitadamente un sentimiento infinito de cálida dulzura y fúlgida esperanza. Es la Voz del Ángel Solar, que en tales momentos difíciles y de apremiante tensión, nos envía Su mensaje luminoso de paz, de serenidad y de íntimo consuelo. Quizás la percepción del Ángel Solar sea sólo posible para las almas que realizaron grandes esfuerzos espirituales en sus vidas y que Su gloriosa Figura surgiendo raudamente de los éteres, sea únicamente una experiencia realizable en ciertas elevadas cotas de mística integración. Pero, sea como sea, Él está siempre aquí con nosotros, dentro del corazón, profundísimamente atento al devenir de nuestro destino trascendente como Almas, siempre dispuesto a intervenir para que nuestras vidas se ajusten a la Ley que regula el Bien Cósmico aquí en la Tierra, siendo Su luz infinita la verdadera esperanza de gloria de la existencia y la fuente divina de la que emanan nuestros más íntimos consuelos.... ya que la Ley es justa y todos participamos de su Justicia.
Leer algunos artículos de Vicente Beltrán Anglada:
– Invocando a los Ángeles o Devas (Curación Física, Emocional y Mental)
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